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DE SOYAPANGO A NUEVA YORK

Fernando Andrés Gil Alvarado nació en el distrito de Soyapango, segundo distrito más violento de El Salvador. Hoy, 18 años más tarde, va a ser premiado por la Academia Junior de Ciencias de Nueva York. Entre ambos acontecimientos está su paso por «su segundo hogar», el Colegio Español Padre Arrupe.


El joven Fernando lleva pocos días en Nueva York. Sobrecogido por los rascacielos que le rodean, aprovecha para repasar mentalmente su intervención. En unas horas se convertirá en el primer salvadoreño reconocido por la Academia neoyorkina de Ciencias, institución donde estudiaron científicos como Charles Darwin, Graham Bell o Thomas Edison. Los nervios no ocultan el gran orgullo que siente por representar a su país.


La infancia de Fernando fue feliz. Recuerda pasar las tardes en las calles de su colonia, jugando al fútbol y a las canicas. Eso es algo que, según él, los niños ya no pueden hacer. No hay que olvidar que en 2015 El Salvador fue el país en paz más peligroso del mundo. Fernando tenía muy buena relación con sus primeros amigos y sin embargo a día de hoy apenas mantiene el contacto. La mayoría de ellos forman ahora parte de las maras, grupos de pandilleros cuya violencia vertebra el país.


Según cree, la razón por la que él no siguió ese camino fue gracias al Colegio Padre Arrupe, un centro fundado hace veinte años por el sacerdote español Juan Ricardo Salazar-Simpson S.J.. “Podría haberlo construido en una zona bonita como San Benito o Lascalón”, comenta Fernando, “pero decidió ponerlo en el pobre municipio de Soyapango porque sabía que la educación podía cambiar la situación de forma positiva”. Desde entonces el colegio, financiado desde España por la Fundación Padre Arrupe, forma cada año a 1500 alumnos en riesgo de exclusión social. El 100% de ellos están becados.


Apoyado por sus profesores, Fernando fue descubriendo que su vocación eran las ciencias. Fue así como empezó a trabajar a través de internet con otros seis jóvenes de Estados Unidos, Egipto e India para desarrollar juntos un proyecto medioambiental. Han conseguido crear una nueva técnica de reciclaje de botellas de plástico usando gusanos de cera y el hongo Aspergillus Tubingensis. Su esfuerzo les ha llevado a ser premiados por la Academia Junior de Ciencias de Nueva York.


Hoy quedan pocas horas para su intervención y los nervios siguen a flor de piel. Hay varias cosas que no se le puede olvidar decir. La primera es dar las gracias a la Fundación Padre Arrupe. “Cualquier cosa que logre, se lo voy a agradecer al Colegio. Él me dio las bases para todo lo que he conseguido ahora”. La segunda es el lema de su familia: ‘No te pongas límites; el cielo es sólo el inicio’. Fernando ya sueña con hacer un posgrado sobre biología molecular en la Universidad Politécnica de Madrid y llegar lo más lejos que pueda.

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